Regularmente, cuando pasamos tres o cuatro días en una ciudad, decimos: yo conozco París, Londres o cualquiera otra gran urbe; pero las ciudades, aun, viviendo en ellas siempre dan sorpresas, se modifican, cambian y se transforman y nunca se llegan a conocer en su totalidad.
Andaba de paseo, tratando recordar mis pisadas; recorriendo los lugares que una vez fueron familiares para mí. Me paré frente a Notre Dame a observar esa gran arquitectura gótica del siglo 16, viendo sus esculturas, sus formas fantasmagóricas, sus gárgolas, sus santos y tomando fotografías; quería guardar ese documento de ese momento. Seguí mi paseo y entre al jardín, al lado de Notre Dame. Cada turista, cámara en mano registraba su recorrido… Salí de allí y al llegar al Puente de l Archiveché, me sorprendí de ver la baranda del puente lleno de candados, algunos con cintas. Esto no lo conocía ni existía cuando atravesaba este puente para llegarme a la Isla Saint Louis y seguir dirección a mi casa. Quedé sorprendido y, sin saberlo, me di cuenta que eran tratos de amor, juramentos de dos seres, estaban allí como testimonio de un gran amor.
Pregunté a algunas personas que estaban cerca; me explicaron que eran los enamorados que colocaban esos candados. Me llamó poderosamente la atención. Tomé fotografías y videos.
El humano desde tiempo inmemoriales, ha querido dejar prueba de su gran amor en un momento determinado, algunos, han utilizado las cortezas de los árboles para dibujar un corazón con el nombre de la pareja, otros, se tatúan su piel con el nombre de la amada/o, en medio de un corazón. Siempre pensando que ese amor que lo acompaña será para toda la vida.
Traté de averiguar cómo comenzó ésta historia de los candados. Pero primero, hay que irse a Roma. Se inició hace años, a partir de una obra del escritor Federico Moccia. En una parte, de esa novela una pareja se jura amor eterno y tiene la idea de irse al Puente Milvio y colocan un candado con sus nombres y lo sujetan al poste del puente y tiran la llave al río…, de repente, ésta idea se propagó, llegaron parejas de novios y recién casados de diferentes lugares y comenzaron a colocar candados, tirando la llave al rio Tíber. Ésta idea, para algunos, cursi, para otros, un gran testimonio de un gran amor. Ésta costumbre, se fue haciendo popular y las parejas viajaban de diferentes latitudes para colocar ese candado; su “Candado del amor”
Y, los candados comenzaron aparecer en otras ciudades y países, ahora, hay, en España, Francia, Alemania, Hungría, Rusia, y hasta, en China y Seúl. En algunos lugares, donde hay rejas en los despeñaderos, la llave es tirada al vacio. Lo importante es el juramento de amor... En algunos, llegan a ser tantos los candados que se piensa que el peso puede hacer caer el puente, en otras, son multados por modificar el patrimonio cultural y arquitectónico. En algunos países, se han construido rejas, para que así los enamorados puedan poner sus candados del amor. En Italia, un farol se desplomó por el peso de los candados.
Ésta manifestación de amor, éste juramento de amarse por todo la vida, llegó a París, -la ciudad del amor-, hace ya un tiempo, y los primeros candados aparecieron en el Puente de las Artes, y se fue atiborrando de testimonios de amor. Hay muchas anécdotas, que se han visto algunas personas tratando de abrirlos después de un rompimiento de ese juramento y de ese amor. Y un día, al amanecer, ya no estaban la mayor parte de los candados, habían desaparecido y nadie sabe quien los quitó del Puente de las Artes. ¡Un gran misterio!
Pero hay, otro lugar, en el puente más angosto de París; han aparecido más candados, de diferentes tamaños y formas, algunos con combinaciones, y con cintas de colores. Me pareció, una idea nueva, venido de otra tierra, pero las ideas como el amor no tienen fronteras. Allí, están como testimonio de un momento, de gran pasión, de frenesí, de locura y promesas, de entrega a otro ser, de sueños y de proyectos, allí están las llaves oxidándose en el fondo del Sena o de otro río, o en el fondo de un barranco. ¿Cuántos amores habrán perdurado? cuántos quisieran ir a buscar la llave, al fondo del rio, y tratar de abrir ese candado y olvidarse de ese juramento. Pero el amor, tiene un tiempo muy especial, es válido y decir: “Te quiero”, “Te amo” y te voy enamorar por toda la vida, es legítimo por la importancia del momento, puede perdurar o terminarse.
Los juramentos de amor, desde tiempo inmemoriales, han tenido sus formas, sus palabras y sus colores: el rojo es pasión, y, el corazón dibujado de forma esquemática, con los dos nombres son manuscritos del amor. Ahora, muchas parejas de viaje de luna de miel, meten en sus maletas un candado, es más yo aconsejo de llevarse varios, ya que si el viaje es por varias ciudades, pueden dejarlos colgados en un puente, farol o en una reja.
Hoy estos “Candados del amor” divide a las personas, entre, los que están a favor o en contra, unos lo consideran que estropean el patrimonio y que afean las ciudades, otros, que son manifestaciones de personas que se aman.
Seguí caminando, tratando de redescubrir la ciudad, en la cual hace años pasaba por éste lugar y nunca pude imaginar encontrarme con tantos ”candados” testimonios del amor… las ciudades se transforman…, al lado del puente, un señor tocaba el acordeón, mientras más adelante, un joven, en traje de baño, y con 12 grados de temperatura, hacía piruetas con su patineta, seguí camino a la Isla Saint Louis y me provocó comprar un candado, pero el juramento es cuando están los dos juntos… y yo andaba solo paseándome por esas calles parisinas. Será la próxima vez que viaje a París, de todas maneras, ya tengo el candado.